sábado, 13 de julio de 2013

The furries have landed.

Es difícil admitir que tienes una filia. Difícil porque piensas que la gente, los que te rodean, e incluso amigos cercanos, lo sabrán y dirán "¿cómo es que te puede gustar ESO?", y uno sufre porque es lo que te estimula, logra despertar algo en ti que no siempre reconoces, llevándote a formas de acción/pensamiento que muchos considerarían raro, enfermizo, disparatado. A algunos les gustan los pies, a otros los uniformes, unos más se decantan por el cuero y los azotes. Pero, ¿cuántos podrían decir que les gusta el furry, sin recibir miradas de oprobio?

Cuando eres niño/niña, experimentas, sin saberlo, con tu sexualidad. Hay una curiosidad natural por tocar el cuerpo, conocerlo, descubrir las sensaciones que experimentamos y hasta dónde pueden llegar éstas; desgraciadamente, si somos sorprendidos por algún adulto, la reacción automática es un "déjate ahí", "ahí no se toca", o la peor de todas "no seas cochino/a, eso es sucio". Por eso muchos crecemos con la idea de que el cuerpo tiene partes prohibidas, que luego son objeto de morbo o burla, y nos imposibilita, sobre todo a las mujeres, de poder disfrutar la estimulación, de erotizarnos a nosotras mismas, porque pensamos que esa parte no se toca, a menos que lo haga un hombre.

Desde que recuerdo, siempre tuve acceso a la información. Mis padres no vigilaban mucho qué leía, y fue en una enciclopedia de la sexualidad donde descubrí la masturbación. Pero a pesar de esta aparente "libertad", no me salvé de las advertencias de los padres, recordándome que eso no se hacía con las manos, que no debía hacerlo sola. Fue en ese momento que pensé, tal vez con otras palabras, "si no puedo usar las manos, debo tener otra cosa". Tenía entre 8 y 9 años, ¿qué es lo que tiene una niña a esa edad, en su cuarto? Já, muchas cosas, pero una que me pareció ideal en el momento: muñecos de peluche. Inofensivos, sin sospechas, fáciles de lavar. 

Como no tenía noción de cómo empezar, recuerdo haber puesto al osito de peluche entre mis piernas, porque así se veía en las ilustraciones del libro, y pensaba que a qué horas comenzaría a sentir algo. Poco a poco me percaté de que se necesitaba fricción para lograrlo, y me dedicaba a ello cada vez que podía, cuando me quedaba sola, cuando lograba ponerle cerrojo a mi habitación para entregarme a mis experimentos. En mi mente infantil le di diálogos a mis juguetes, compuse historias y sentí que la diferencia entre humanos y peluches no era demasiada, puro animismo aplicado. Según fui creciendo, mis juegos se incrementaron; fue así como logré experimentar mi primer orgasmo, todavía ahora lo recuerdo porque me dejó las piernas temblando, el cuerpo empapado en sudor, y la inocencia irremediablemente perdida.

La pornografía entró en mi vida en forma de literatura erótica, y después, como hentai, manga erótico japonés que conseguía con los amigos y en los puestos de revistas. Pero bien dicen por ahí que uno no olvida las raíces tan fácilmente. Pronto me encontré buscando videos, imágenes, fotos de personas que hubieran hecho lo mismo que yo, para no sentir que lo mío era desviado, perverso. Así encontré el furry. 

Explicado muy sencillo, el furry es la filia sexual en la que la persona se siente atraída por disfraces de animales, generalmente botargas utilizadas por otras personas, también puede manifestarse cuando les gustan los dibujos o representaciones de animales con forma y actitudes humanas. El porno que encuentras de ello es mayormente homosexual, y muy poco heterosexual, pero no por ello deja de ser tremendamente erótico para mí, porque me recuerda aquellas primeras incursiones en lo que sería mi manera de vivir mi sexualidad. Todavía ahora, siendo una persona adulta con mayor apertura en esos temas, aún me encuentro con personas que ven con cierta reserva, y algunos hasta asco, este tipo de prácticas. Yo nunca lo he hecho físicamente, con otros individuos, pero aún así, acepto que es un fetiche que me atrae, y que de haber la oportunidad, llevaría a la práctica.


Mientras no dañes tu integridad o la de otros, no veo porqué no disfrutar tu cuerpo.


4 comentarios:

Sherymon dijo...

Según mi opinión eso no es furry enteramente pero sí es parte. Siento que lo que más te gustó fue la textura, pero también te gustó el erotismo de lo que es tierno, no sé.

Hattori dijo...

No es furry propiamente dicho, pero en sí no quise describir la práctica, sino el origen de ese gusto personal. Tal vez no me di a entender por completo, pero agradezco que lo señales porque aquí se nota más el erotismo de lo tierno, muy distinto al furry en sí.

D3 & EGOSELF dijo...

ay si los peluches hablaran... yo tenía uno que vibraba, creo es una arañita, y pues con lo precoz que era, ya imaginaras el uso que tenía... y pues si, es dificil tratar el tema de los fetiches, aunque con los años me he dado cuenta que son mucho mas comunes de lo que uno se imagina.

Mi Pecho No es Bodega dijo...

La verdad no conocía para nada éste tipo de práticas pero valío la pena leerlo y saber lo que la curiosidad de un niño nos llega a hacer...