sábado, 15 de junio de 2013

And then the Lamb open the Seventh Seal



Está el asunto de que siempre te gustó ella. Ella, y nadie más. Claro, tuviste novias, viviste aventuras, nadie tiene por contarte algo que no hayas vivido ya. Pero la espina sigue ahí, de eso que pudo ser, que no disfrutaste porque no pudiste/no quisiste en su momento. Te contentaste con mirarla a lo lejos; su vida no te era muy relevante, ajá, tiene hermanos, unas hermanitas por ahí, nada de qué preocuparse o pensar, que ya anduvo con aquel tipo o descorazonó a aquél otro, que le gusta lucirse en sociedad, es una mujer llamativa, ciertamente, pero eso es lo que menos te importa, pues tu objetivo final siempre ha sido meramente físico, nada espiritual ni de grandes aires. El tiempo pasa, tu vida sigue, pero un día tus ojos caen en, precisamente, esa parte de su historia que siempre habías ignorado. Las hermanas. Oh, los atributos que asoman bajo sus ropas discretas, las formas femeninas que otrora fueran infantiles, luchan por destacarse más allá del rostro todavía inocente que las acompaña. Demasiado jóvenes, tanto que sólo pensar en tocarla te remite inmediatamente a juicios por estupro y corrupción de menores.

Pero ahora ella ha alcanzado la mayoría de edad, y la niña que algún día te incordió con sus preguntas insistentes, con sus gritos fastidiosos, en este momento se encuentra frente a ti y tú sólo puedes pensar en tocar, aunque sea por un momento, la piel que se logra vislumbrar entre la unión de su pantalón y su camiseta de Pink Floyd. Qué importa ya su hermana mayor, qué podrán decir los que te vean; recuerdas aquella canción de los 80's que decía "Yo nací muy tarde para ti", y te dan ganas de golpear tu cabeza contra la pared de sólo pensar en esas tremendas idioteces. Un "hola" basta para captar su atención, y platican de música, de series televisivas, ocio en general. Sientes una pequeña pero esperanzadora conexión con ella, lo que sea que te permita pasar al siguiente paso...

El día que logras robarle un beso, y ella no te rechaza, fue el comienzo de esa relación que no creíste posible tener algún día. Vaya, aún te gusta su hermana mayor, pero aún así... Ella te deja en claro que no desea profundizar en la relación, que de esta manera, fugaz, apasionada, sin compromisos están bien. Por ti, perfecto, aún tienes un objetivo mayor y un poco de entretenimiento nunca le hace daño a nadie, ¿a quién le dan pan que llore? A lo largo de los meses, los encuentros casuales, y los no tanto, son frecuentes y sinceros; tú le gustas, ella te gusta. Sin embargo, contrario a tus más fuertes convicciones, un poco de cariño se deja entrever en su trato. Ya no es más "ella", ya no eres más "él". Ella presiente el vínculo fatal, se aleja de ti y tú reaccionas de igual manera, porque se suponía que esto sería sólo un capítulo más, inédito y dejado fuera de la edición final de tu vida.

Finalmente sucede, ella conoce a alguien más. Tú te juntas con alguien que no es su hermana mayor, pero que te funciona bastante bien. Sus caminos se separan y quedan como amigos cordiales, de ésos que se saludan cuando llegan a verse, pero que no se hablan ya. Así es como debía concluir, ¿qué esperabas? ¿Llantos, gritos, reclamos? ¿La promesa de un futuro mejor? No. Tuviste lo que quisiste en su momento, y al quedar un buen sabor de boca, la posibilidad de repetirlo quedan anuladas definitivamente.

Como buenos e inconformes seres humanos que somos, no basta con dejarlo hasta ahí. A pesar de que se concluyó el ciclo, insistimos en darle vueltas al asunto, y soñar despiertos con lo que pudo haber sido, y que no fue. Imaginamos todos los escenarios posibles, las situaciones que nos pudieron llevar a ese punto, y ese inevitable no retorno del cual nos cuesta salir cuando las ensoñaciones han terminado. Los "¿qué tal si...?" se convierten en universos paralelos en los que cualquier fantasía se vuelve posible, nos evaden por unos momentos de nuestra realidad actual, y a veces hasta nos llegan a sacar una lágrima solitaria como réquiem por los días que nunca fueron. Después de todo, ¿qué daño pueden hacer los sueños?






Y aún así, no puedes evitar mirar las estrellas cada noche, y pensar en ella.
Como si hubiera sido ayer.

1 comentario:

Mi Pecho No es Bodega dijo...

No te preocupes, hay 6.700 billones de pelotudos en el mundo. Alguno de ellos tendrá que ser "tu media naranja"