domingo, 23 de noviembre de 2008

Yo fui una chica del coro



...pero de la iglesia, ¿o qué creían?

Nunca he sido religiosa, y si estoy bautizada en la católica fue porque al año de nacido nadie te pregunta tu opinión o si tan siquiera apeteces que te remojen la mollera con agua puerca de una pileta que de seguro sólo lavan una vez al año; así, hice la comunión y confirmación a los 15 años, y sólo porque me quise asegurar una buena madrina, porque la de bautizo nunca que me regaló nada, qué fiasco.

Aún con esos antecedentes, siempre me codeé más o menos con personas que les gustaba andar ahí dándose golpes de pecho y sintiéndose muy cristianos, al menos mientras estaban dentro del edificio, porque ya estando afuera volvían a ser los mismos hipócritas y prejuiciosos de cajón. Fue en una de esas que me dijeron: ¿te quieres meter al coro de la capilla? Y yo, como no tenía nada mejor que hacer, dije: sobres.

Si bien no era algo muy importante, estar dentro del coro te daba cierta relevancia dentro de la organización, aparte algunas de mis amigas estaban también en él, por lo que no era tan aburrido como yo esperaba. Lo que no me gustaba era que controlaran la forma en que nos vestíamos por aquello del "somos hijos de Dios y nos debemos ver decentes", así que el día en que llegué con una falda tres dedos arriba de la rodilla casi me expulsan y luego se quisieron hacer los benignos diciéndome "ay ay todo lo hacemos para que seas una cristiana bien". ¿Bien qué? Bien jodida diría yo, con esas faldotas hasta el tobillo que se cargaban, asco. Recuerdo que fácil me llevé 10 misas domingueras cantando y haciendo desmadre (porque yo era de las que empezaban el slam versión light), y se armaba chido porque al principio los feligreses bien troncos no bailaban ni madres, pero ya que veían que los del coro como que se ladeaban en un intento de danza, entonces se alocaban y se volvía fiesta de rancho, ajúa.

Hasta que un día, nos cae el padre y el director del coro advirtiéndonos: nadie puede ser del coro si no se confiesa por lo menos una vez por semana. Auch. La primera vez que me confesé fue antes de la confirmación/comunión, y el único pecado que dije fue mitad verdad mitad mentira, porque a mí no me dio confianza el tipo, y yo juraba que en cuanto le dijera mis más oscuros secretos, él iría corriendo de chisme con mis padres o peor aún, con la gente que todos los días desfilaba por su oficina (aaah, porque el padre tenía una oficina, déjeme decirle), desperdigando mi intimidad por todos lados. De vuelta al momento en que se vuelve obligatorio para los del coro confesarse todas las semanas para recibir la sacrosanta galletita de trigo, sólo pensé: ni madres. Ya llevaba 5 misas comiendo galleta sin confesión, con falda corta y gritadera incluida, y no veía por qué debería dejar de ser así.

La manera de hacernos confesar fue, por decirlo de una manera, muy truculenta; primero nos organizaron un retiro, sí, esos donde te recluyen por dos o tres días (los más suavecitos) en una casa o en la capilla, con el fin de que reflexiones sobre tus pecados y cómo te irás al infierno por ellos si no te arrepientes y le cuentas tus cositas a los curas. Empezamos a las 6:00 a.m. de un sábado, yo iba ojerosa, mal dormida, mal desayunada y para colmo premenstrual -y ya sabemos que una mujer premenstrual es peligrosa-; comenzamos con oraciones y cánticos, a mí como la pura veldá es que me encanta cantar, pues no le vi pedo y me adentré en el relajo, ya hasta gritaba y alzaba los bracitos toda extásica yo, no no no qué buena actuación, hasta me veían bonito las doñas más aferradas de la iglesia. Casi al mediodía empezó la conferencia de arrepentíos todos o seréis tratados cual hijos de Sodoma, ay no qué pinche miedo, hubo un momento en que todos lloraban así como que se les acababan de morir sus mamaces, y yo no hallaba la forma de salirme porque las puertas estaban cerradas, el horror. Y después de eso...la confesión. Nos formaron a todos frente a un cuartito cuya otra salida daba directo al altar; uno a uno fuimos pasando a decir todas nuestras cochinadas, y yo nada más iba pensando, ¿qué le digo? ¿Algo fuerte o algo ligero? ¿Que sé lo que es un blowjob y su ejecución? ¿Que a veces tengo pensamientos impuros? ¿Que le enterré un lápiz en la vagina a una niña? Ay no mames. Faltando sólo una persona para pasar yo, tomé mi decisión: no le diría ni madres. Cuando fue mi turno, pasé bien tranquila, así como que yo NUNCA había hecho nadita de nada en mi vida.

Padre confesor: Ave María Purísima.
Yo: sin pecado concebida.
PC: dime las cargas que te aquejan hija mía.
Yo: (¿cargas? Debo dos mensualidades del celular, ¿eso cuenta?) confieso que he pecado (¡a huevo!)
PC: cuéntame cuáles son tus faltas y confía en que el Señor sabrá perdonártelas (chale, ¿entonces para qué te las cuento a ti?)
Yo: pues he...aaammm...mentido.
PC: Está bien hija mía, has sido débil pero reconoces tu falta. 5 ave marías y 10 padre nuestros frente al altar pidiendo perdón por ello. ¡Que el señor esté contigo! (Next!)
Yo: WTF??

Así es: ni 5 minutos duró mi confesión, y el padre nunca supo que el único pecado que le dije fue el estarle mintiendo en ese preciso momento. Salí como hormiga fumigada de su oficina (porque olía bien feo a sudor), y me dispuse a cumplir mi penitencia, la cual duró unos...7 minutos. Pasamos dos días en el retiro, hubo más confesiones el domingo de gente que "se había dado cuenta de que vivía en pecado y no lo sabía", e incluso vi al espíritu de dios himself:

Vato 1: ¡Guey, no mames, el espíritu de dios está entrando por la ventana!
Vato 2: No seas pendejo, es el vecino que está friendo plátanos ¬¬.

Dos meses después me salí del coro, porque ahora la nueva condición era que debíamos a asistir a grupos de oración por lo menos dos veces a la semana. Y eso, no podía tolerarlo, por lo que mi carrera como corista acabó abruptamente, al igual que las confesiones, porque nunca de los nuncas volví a contarle mis cosas a un tipo del que no sabemos qué tan bueno es para guardar secreto profesional.



Al fin y al cabo, para eso está el blog.

7 comentarios:

Sascha! dijo...

Yo iba en el coro de mi escuela, por que era escuela católica y nos obligaban ir a misa...

estar en el coro era la única manera en la que alejaba mis rodillas del piso casi siempre cucarachiento y aparte no me quedaba dormida.

gaby dijo...

nunca estuve en un coro, la hueva de ir a la iglesia siempre ha sido más poderosa que mis deseos de berrear a todo pulmón enfrente de un montón de "hipócritas y prejuiciosos"

amén

me encantó tu blog

(puta, tenía como.. 2 años sin decir eso)

Anónimo dijo...

Eres fotógrafa pero estás miope, ibas en el coro de la iglesia pero estabas obsesionada con las vaginas de tus compañeritas... Creo que me caes re bien.

Mercury dijo...

JAJAJJAJJAA Me encanto tu obsesion.... Y te entiendo... Yo la comparto :P

*ஐღ Mì†a ღஐ* dijo...

Es lo malo de la iglesia, cuando uno cae...es para llevarlo uno hasta el fondo! no saben de términos medios jaja

Saludos
Arrivederci

RMB dijo...

Me encantó tu blog. Pues que chido el coro de la iglesia eh (mentira).

=)

Maestro Karnicero dijo...

Yo no creo en dios

































Porque no me lo hán presentado.

esa frase se la robé a Salvador Dalí (mi maestro de ultratumba).

Con la conversacion de Vato1 y Vato2 ya me hice fan de tu blog.

Saludos desde el excesivamente violento DF.