jueves, 30 de septiembre de 2010

Aún te sigues preguntando lo mismo, a pesar del tiempo transcurrido.







¿Por qué lo hago?


Podría responderte con lo de siempre: Un "no sé" que da muestras claras de no querer revelar lo que está pasando por mi mente. De esos pensamientos que nunca te digo, pero que puedes leer en mi mirada, en mis movimientos, mis suspiros.

Aún no te soy transparente, dices. A través del cristal empañado por el que te asomas en mí, tratas de encontrar esas respuestas que te he ido ocultado. Una ilusión por ahí, un sueño por acá, un recuerdo escondiéndose entre las rendijas de mi memoria. Pero nunca encuentras lo que deseas, o mejor dicho, lo que esperas que esté ahí.

No es que no sea feliz -parecen decir mis manos recorriendo tu pecho-, sólo necesito tener un tiempo para mí, eso es todo. Pero el "tener un tiempo para mí", suena a "separación" en tus oídos. Me percato de tu inconformidad, mas esa pequeña chispa de egoísmo en mí -misma que llevo dos décadas alimentando, enraizando en mi persona- indica que es mejor ignorarte por el momento.

Ya se le pasará, me susurra esa pequeña voz de mujer que habla cuando no quiero escucharte.

Vuelvo a mis actividades cotidianas, la casa no será mágicamente aseada por duendecillos mientras duermo en el sofá. Siento tu mirada escrutando mis acciones, yo sé que te gusta ayudarme con estos quehaceres, pero cuando mi soledad me aclama, hasta pelar tubérculos se vuelve una buena tarea para atenderla.

"¿Qué estarías haciendo si lo nuestro no hubiera pasado?" Finalmente, la bomba está por los aires. Te observo desde el espacio en que me encuentro, lejana y a la vez ahí.

"No me obligues a decirte la respuesta, porque seguramente será algo que no te va a gustar."

Reanudo labores. Hemos sido directos desde el principio de nuestra relación, y lo hemos mantenido así, tanto tiempo que percibo cuando has dado por terminada la discusión. Me relajo un poco; te vuelves hacia la puerta para abandonar la habitación.

"Te espero en el cuarto", tus palabras antes de encerrarte tras la puerta blanca.

Dejo lo que estoy haciendo, para acomodarme en el sillón junto a la ventana. Allá afuera, niños juegan, el cielo está brillante, azul y blanco.

¿Qué estaría haciendo si nada de esto hubiera pasado?

La respuesta es simple: No lo sé. Tal vez hubiera encontrado a otro, y la historia se repetiría nuevamente. O tal vez mi vida se modificaría radicalmente, convirtiéndome en alguien muy distinta de la que soy ahora. En todo caso, sólo algunas frases son seguras.

Una, que aún tendría estos idilios mentales, en los que no soy de nadie, y mi camino es libre para correr donde me plazca, entregarme a lo que se me antoje, y recrearme en lo que me parezca más conveniente.

Otra, quizá de todos modos, no estaría sola; habría alguien a mi lado, ese ser especial -que ahora eres tú- al cual siempre, pasara lo que pasara, volviera lealmente.







Pero no malinterpretes, sólo soy una romántica empedernida que se perdió en la traducción.

No hay comentarios.: