No le digas a nadie, pero la otra vez te excavé un huequito en mi corazón, escribí tu nombre en un papel, y lo dejé enterrado ahí. A veces miro el montoncito de tierra que quedó revuelto de tal maniobra, y sonrío; otras veces me es doloroso verlo, pues no quiero ni recordarte, pero me repito que es necesario tenerte ahí, aparentemente presente y a la vez no tanto, para acordarme de que suelo sentir más de lo que me suelo permitir a mí misma.
Ahí sigues, oculto, guardado. Espera por mí.
1 comentario:
y si echa raices y crece?
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