El niño pelea frecuentemente con sus compañeros, se levanta de su asiento y va a buscarlos para picarlos con el lápiz, pellizcarlos, hablarles, zapearlos, pegarles chicle, escupirlos, o simplemente para estar jodiendo. A veces grita, a veces sí trabaja, me la vivo revisando que haga lo que se le pide, explicándole repetidas veces las actividades para que las comprenda; a veces lo dejo sin recreo durante 15 minutos, porque no me gusta quitarles su desayuno, pero una vez se puso violento conmigo porque no dejé que pasara un amigo suyo al salón durante su castigo y me agredió físicamente -me golpeó en el brazo-, a lo cual yo respondí con un golpe de menor intensidad, dejándole muy claro que a mí no me iba a tratar de esa manera. Y funcionó, porque no ha vuelto a repetirse. Pero hace unos días, comenzó a besar niñas por la fuerza, sosteniéndolas de la cabeza para que no pudieran escaparse. Escándalo entre los maestros que lo vieron, porque el maldito lo hizo cuando yo no podía vigilarlo; en el recreo, fuera del salón. Gracias a que Dios es bueno y grande conmigo, los padres de las niñas lo tomaron por el lado amable, catalogándolo como "cosas de niños"; pero no mamar, los profesores ya me encomendaron que vigile en todo momento al pinche chamaco no vaya a ser que en una de esas nos viole a una niña en los baños. Ay mamá. Y para colmo pinche chamaco se llama Ángel...¿qué ironía, no?
1 comentario:
Yo diría exceso de testosterona. Un niño alfa.
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