domingo, 24 de agosto de 2008

A todo se acostumbra una.

Es oficial, estoy trabajando en una escuela primaria, mi grupo es de 1er grado, y he dado muestras de un extraordinario carácter tan voluble como las circunstancias lo ameriten...

Lunes por la mañana, entre 5 y 7 a.m., estuve de un humor de los mil diablos, no desayuné, se me fue el hambre hasta las 6 de la tarde. Ya en la escuela, de 8 a.m. a 1 p.m., mi trato cambió porque tuve que estar con los niños, padres de familia y demás maestros, y como no puedo afectar mi imagen pública, pues ahí me veían comportándome decentemente -lo cual se interpreta como: que me gusta trabajar ahí-, hablándoles hasta bonito, porque obvio, qué culpa tienen ellos de que a mí me hayan mandado sin mi consentimiento, ¿no? (Esto deberían tomarlo en cuenta todas aquellas maestras que se comportan como malcogidas, por Diox, por lo menos disimulen que no están contentas ahí). Y bueh, salí a las 12:30, pero en lo que llego a mi casa -recordemos que me tocó en otra ciudad- me dan la 1:30. Y vuelve mi humor de los mil demonios. En casa y demás lugares, no hablo de la escuela, no la menciono, no me gusta decir que ya estoy trabajando, pretendo que no existe. Me cae automáticamente mal la gente que me pregunta qué tal me va, que si me gusta, que si me adapto. ¿Qué cómo me va? Bien, bien, mientras los chamacos no se pongan de revoltosos ni los padres de familia de metiches todo bien. ¿Que si me gusta? No, no me gusta, pero el dinero sí me gusta, gracias. ¿Que si me adapto? Ay no mamen, no es una selva en Brasil con aborígenes, es una ciudad, es urbana, y tiene gente como en cualquier lado. Supongo que pronto entraré en la etapa de resignación, en la que me dará igual la escuela, podré hablar de ella sin resentimiento y retiraré la ley del cuchillo -por lo cortante- a los que me metieron en ella, incluso tal vez llegue a querer a mis alumnos (jajajajajajajaja...cof, cof...ok, no abusemos). Por lo pronto...espero con ansias el primer cheque, y ya hice planes para irme a Cancún el próximo año (jojojo). Ay la felicidad laboral regresa a mí, snif.



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