miércoles, 11 de marzo de 2009

Soy una estadística más.



En el último episodio de éste, su blog NO favorito, me encontraba disertando entre ir o no al carnaval; para los que se quedaron con la curiosidad, sí, sí fui al carnaval, sí me embrutecí, rogué por orejitas de conejo y de gato que no me fueron dadas (y que bueno, porque viéndolas bien, yo puedo hacerlas, pff), comí porquerías y ahora poseo un adorable asientito plegable de madera que en un rato de aburrimiento barnicé.

Ahora, comenzaré con lo que da título a esta entrada:

Volvía yo el domingo por la tarde a mi hogar, pues el carnaval fue en la ciudad vecina y hube de pasar allá todo el fin de semana. Prendí el celular y rápidamente se manifestaron 4 mensajes: dos de movistar (bestia, me perdí un día movistar de 30 pesos), uno de una amiga preguntándome si iría al carnaval (too late, darling), y uno de mi mamá. Éste último me dejó fría, fría: en pocas, y muy resumidas palabras, me dijo que la secretaria de nuestro sindicato le había hablado por teléfono, pues mi interinato había terminado el viernes, que el lunes sólo me presentara a entregar papeles y bye bye. No mamar, di brincos de alegría, canté y bailé mi danza de la victoria, por haber terminado eso que desde el principio quería que acabara. Rápidamente me puse a recoger toooodo el desmadre de papeles que tenía en mi cuarto, redacté mi oficio de "Señor director, le comunico que me chisparon desde el viernes y ahí le vengo a dejar el paquete", junté, junté todo lo relacionado con los niños e hice cuatro mega paquetones que simplemente no podía llevarme en un sólo viaje en camión. Bestia. También, como soy bien considerada, le envié un mensaje a la subdirectora avisándole que yo ya no estaba de servicio ahí, para que vieran quién -o qué- les iba a atender el grupo el lunes. Ya que tenía todo listo, me dormí soñando con días de hueva infinita y felicidad procastinadora.

El lunes llegué tarde, después del homenaje a la bandera, justo a la hora en que le abren el portón a los niños que llegan tarde (ja). Dije, total yo ya no tengo obligación de llegar temprano. Y oh, sorpresa: no había quién cuidara a los niños. Me hice pendeja hasta la subdirección, donde llegué a echar mis kilos y kilos de papeles y materiales, en eso estaba cuando la subdirectora, así poniendo ojo Remi y cariñosa y simpática, me pidió si podía observar a los niños un rato. Yo, muy a mi pesar, accedí, porque sabía que estaría con ellos a lo máximo una hora porque ese día era la kermesse (nunca he sabido cómo se escribe esa dichosa palabra, ¿alguien por pura casualidad sabe?), la cual empezaría desde las 9:30 de la mañana, y terminaría a las 11:30 (las cosas que hacen las escuelas para recaudar fondos).

Ya estando con ellos, aproveché para darles la platicadita de "yo me voy, ahí vendrá otro maestro para ustedes, pórtense bien con él, espero verlos pronto", y etcétera, etcétera acostumbrada para estos casos. Las reacciones fueron variadas: a algunos les valió cacahuate, otros más se pusieron a llorar quedito, otros me decían que por qué, si yo era una maestra bien buena (aaww), y otros corrieron a abrazarme como si así se retuviera a la gente en los lugares de los que debe irse. Al poco rato salieron al evento, lo que aproveché para sacar todos mis tiliches del salón: recipientes, libros, materiales, plumones, sellos, etc., etc., para llevármelos a la dirección, y que me firmaran de recibido para irme. Pero oh, decepción: el director había salido a una junta de casa de la chingada y que lo esperara porque él iba a recibirlo todo. Maldito, por eso me tuve que quedar tooodo el día, y luego recordé que el martes tenía junta con los padres de familia para entrega de calificaciones. Mi sentido arácnido...que diga, mi sentido de responsabilidad se impuso y decidí ir el martes nada más a entregar calificaciones y anunciarles mi retiro de la institución.

El martes llegué temprano, a la hora en que solía llegar siempre. Después de la activación colectiva di inicio a la junta, en la que lo primerito que dije fue: me les voy, don't cry for me Argentina. De nuevo, me sorprendió que los padres de familia dijeran que si quería, podían levantar firmas para que yo no me fuera, que dónde estaba el nuevo maestro, que si no llegaba era por falta de interés, que mejor me quedara yo, y cosas por el estilo. El director se metió para explicarlo mejor porque yo de eso la verdad no sé mucho: que a los que les hacen su cambio les dan tres días para dejar todo en orden, que el maestro tendría que llegar el jueves, que lo mío desafortunadamente sólo era interinato, y por muy buen elemento que yo fuera, me tenían que dejar ir. Yo sólo tenía una media sonrisa que quise que fuera de pena/tristeza/consuelo pero creo que no me salió porque sonreía demasiado; después de la explicación, repartí exámenes, llamé por lista a los padres para que firmaran boletas, recogí exámenes, pregunté si alguien tenía alguna pregunta, y ya. Algunas madres se aventuraron a decirme que agradecían el apoyo que les había dado, sobre todo la de la niña que corría riesgo de secuestro y no fue a la escuela en dos meses, creo que fueron pocas las que lograron conmoverme. Al final, algunos niños me dieron regalos (esa de plano no me la esperaba), y tocó tanda de abrazos por parte de niños y padres de familia para desearme suerte en lo que fuera que hiciera después de esa escuela (es en esta parte donde les permito suspirar a ustedes).

Mientras todo esto sucedía, por dentro, yo me sentía así:


Por lo que, como se imaginarán, no fue un golpe ni un shock ni una pena ni estoy triste ni nada. Sólo hoy, como trauma post-guerra, me levanté temprano y casi en automático preparé mi bolsa, para luego recordar que eso ya terminó, jo. Veo también los regalos y me acuerdo de los niños, para ser sincera, sí hay varios a los que extrañaré por que eran bien buena onda aunque de repente se les alocara la caca y se hiciera un desmadre. Mis compañeros de trabajo eran la mera onda, a cada rato hacíamos pachanga y decían muchos albures y muchos chistes y yo era la niña y snif snif, se quedan buenos amigos allá. Creo que mucho se quedará en esos lados, pero la libertad que tengo ahora mismo la ansiaba desde hace meses, y ahora me prepararé para presentar el examen de oposición para conseguir mi propia plaza, y ahora sí, ser mantenida por el gobierno hasta que tenga 60 años/me jubile/me incapacite/me muera, lo que pase primero.





Soy una desempleada feliz.
















PLUS: El mensaje que me envió mi señora madre para avisarme que todo se derrumbó, dentro de mí, dentro de ti:



Amo como me puede decir todo en pocas palabras.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Orale, felicidades!!!, .. digo. Que bien que hayas terminado con bien tu interinado, también esperando que encuentres prónto plaza o empleo.
Suerte, y disfruta los días libres.
:)

Alter Ego dijo...

Caray, estar feliz por ser una desempleada no tiene precio. Para todo lo demàs...

...y a propòsito, ¿què pasò con tu cabello? ¿Ya creciò o no? Pruebas.

Carrie dijo...

Asu madre, que chingona es tu mama para escribir tanto con tan poco espacio.

Bienvenida al mundo de los desempleados jojo

Anónimo dijo...

Changos...tal vez en otros tiempos te diría que te pases estos "dias sabatinos" descansando y pensando en la inmortalidad del cangrejo, pero como estan as cosas solo espero que descanses y que encuentre un buen trabajo que te llene tanto como este (y si no al menos ya tendrás material para este Blog)